diciembre 14, 2008

1997-1998



Ayer al venir de trayecto en el perimóvil junto con el perinovio, en la radio escuché las notas de una rola que tenía tiempo no escuchaba (sí, es la que está arriba); no pude más que hacerle mención al perinovio de los buenos y bonitos recuerdos que me evocaron al instante, aunque hábilmente asoció el recuerdo con un amor juvenil que prácticamente viví yo sola, pues como una vez mi susodicho perinovio lo afirmó, he llegado a creer que todo fueron figuraciones mías (aunque hayamos hecho mañas una vez, jajajaja).
Era mi época de estudiante, haya por 1997-1998.
Tengo un hermano que vive en playa, así que mi perimadre me premiaba con unas bastas vacaciones de arena, sol y palmeras por todo el tiempo del verano, con tal de que saliera bien en la escuela, dos años consecutivos pasé los veranos allá; la primera vez estuve un mes y la segunda cinco semanas, y muchas otras veces que fuí de vacaciones cortas.
Aquéllo era maravilloso, me desconectaba totalmente del mundo y mis pocas obligaciones, no sabía que hora era, que día, y que pasaba con el resto de la humanidad.
La rutina era levantarme por ahí de las diez de la mañana, desayunar algo ligero y así, sin bañarme (qué caso tenía si iba a llenarme de arena) caminar tres cuadras hacia la playa, que era la distancia del departamento de mi hermano hasta ese lugar, llevar mi discman, un libro, agua, una toalla y bronceador, para así pasar el tiempo hasta que el hambre apremiara de nuevo.
Por las tardes acudía a restaurantes chidos, que la mayoría de las veces eran patrocinados por mi hermano y mi sacrosantamadre y ya los fines de semana, iba a los antros a encervezarme.
Particularmente, la rola de Robert Miles, me latía (y me sigue latiendo) bastante, mi hermano me la presentó y forma parte de eso que en otros blogs he leído, le llaman el soundtrack de la vida, en éste caso, la mía.
La mayor parte del tiempo a la orilla del mar, sonó y sonó en mi discman y sí, también le guardo un cariño especial, porque me recuerda ese idilio que viví casi unilateralmente.
Ahora, que el trabajo, las obligaciones y las deudas me apabullan, añoro eso y esa rola ayudó a que fluyera el sentimiento de nostalgia.
Cuando eres un mozalbete, quieres que el tiempo se vaya lo más rápido para hacer cosas de grandes.
Y cuando eres grande, caes en cuenta que aquélla, fue la mejor época de tu vida, no porque el presente sea malo, sino porque creo que lo más chido es vivir de parásito.
Ahora, aún de poseer cosas materiales que le hacen a uno la vida más fácil y placentera, ya no tienes tanto tiempo para disfrutarlas, al menos a mí, se me va la mayor parte del tiempo trabajando.
Hace poco leí en el periódico un artículo sobre Quino, el inventor de Mafalda, en el que comentaba la gran diferencia entre los jóvenes de la época en la que dibujaba la tira, con los de ahora, dice que aquéllos luchaban por sus ideales, y a los de ahora, solo les interesa trabajar para ganar dinero, que ya no se interesan por los problemas del mundo.
Y creo que tiene toda la razón y también me siento triste, porque yo estoy en esa categoría.
Pero qué otra cosa puedo hacer?
De momento, cerrar los ojos, escuchar la rola y recordar...