junio 22, 2009

Día del Padre.

Como ayer día del padre, a mi progenitor le tocaba trabajar, el festejo se realizó el día sábado, así que tuve el domingo libre para salir a comer con el perinovio.
Fuimos a nuestro restaurancito de costumbre de comida japonesa, por el rumbo de la Linda Vista.
En el local, se encontraba un matrominio con tres hijos varones de entre 7 y 2 años, a quienes ya conocía de vista, precisamente por coincidir con ellos en el lugar.
Desde antes los miraba curiosamente, porqué se ven muy jóvenes y llevan casi tatuado en la cara, el fastidio de las rutinas del matrimonio.
Ellos no se hablan entre sí, se sientan, piden la comida y tratan de controlar a sus pequeños porque son bastante hiperactivos, no cruzan ni por error sus miradas. De hecho se sientan lado a lado, yo creo para ni mirarse.
Ella no es fea, pero tiene un sobrepeso tremendo, le calculo 25 años.
A él también le calculo la misma edad. Es guapo, anda bien vestido.
Creo que por su apariencia y las veces que lo he visto, representa lo que muchas mujeres llaman: "un buen partido".
Desde el inicio hice la conjetura de que se habían casado por causas de fuerza mayor (niño de compromiso).
Ayer se hacían acompañar por una mujer que creo, era la madre de ella, desde que puse un pie en el restaurante los reconocí, los niños estaban quietos, la mujer platicaba con quien digo yo es su madre, él hablaba por celular y comía.
Me enfoqué a lo mío, pedimos la comida y entre tanto y tanto, como era inevitable verlos, pude darme cuenta que él seguía hablando por teléfono, sin molestarse por el ruido que sus hijos empezaban a hacer.
Terminamos de comer y ellos también habían terminado, la mujer pidió la cuenta, mientras él seguía hablando por celular, por momentos estuvo callado, oyendo a su interlocutor, pero luego él habló y habló.
Todo el tiempo que el perinovio y yo estuvimos ahí, habló por teléfono, ignorando a sus hijos, a su esposa y a quien creo, era su suegra. Su esposa no se vio molesta por ello de ninguna forma.
Se levantaron antes que nosotros y al pasar por un lado de mi mesa, escuché cuando decía al celular: -Ok, está perfecto, nos vemos mañana.
Desde el principio creí que era una llamada de trabajo, lo cual confirmé al escuchar eso; entonces pensé que qué caso tenía perder una comida en familia, por atender algo que invariablemente se trataría al día siguiente en la oficina, máxime si era un día especial.
Pero luego caí en cuenta, dado el comportamiento que había visto en ellos anteriormente, que si esa circunstancia no molestó a ninguno de los dos, era porqué habían pasado a ignorarse, cumpliendo únicamente con los requisitos que dicta la sociedad, esos de casarse, reproducirse y morirse, ello sin que sea necesario ser feliz, porque obvio, eso no lo dicta la sociedad.
Para ser feliz cada uno es libre.
Escribo lo anterior, porque de niña yo añoré muchas veces poder salir a comer en familia, cosa que nunca sucedió, dado que mi padre trabajó fueras desde siempre.
El perinovio se sorprende mucho de la atención que en los restaurantes les brindo a los padres que llegan con sus hijos a comer en familia, le he explicado que me da mucha curiosidad la interacción que hay entre ellos, porque yo no la tuve de esa forma con mis padres.
Hasta hace algunos años mi papá se incorporó a la familia y claro es que nosotros no pudimos adaptarnos a él, después de tantísimos años de ausencia.
Los festejos por su cumpleaños, día del padre o lo que sea que sea festejo para él, siempre son bajo el mismo panorama, toda la familia reunida alrededor de mi madre y él, en un rincón, apartado de nosotros, escuchando música y bebiendo sus cervezas.
Se lee gacho, pero es la realidad, hemos tratado muchas veces de hacer que conviva con nosotros, de sentarlo con nosotros, de que coma con nosotros, y no lo hemos logrado.
Lo prefiere así, con nosotros, pero de lejecitos.
Algunas amistades mías se han sorprendido de saber que tengo padre, porqué poco hablo de él y poco se deja ver. A modo de juego les digo que es un ente. Y algunos han llegado a creerlo, cuando silenciosamente pasa por detrás de ellos.
Papá: sé que no tienes una remota idea de que estoy escribiendo esto, pero quiero decirlo de todas formas: Te quiero, y no me importa que nunca hayamos salido en familia a comer a un restaurante, eso se compensó con las veces que fuimos a Burguer Boy, a la Alameda, al parque Canoas, al Cerro de la Silla, tú y yo solitos, y a que nunca me ignoraste en todas y cada una de esas salidas, no porque no existieran los celulares, sino, porqué el poco tiempo que me dedicaste, lo dediscaste en serio.
Ayer me convencí de que prefiero mil veces un padre medio ausente, a uno que esté a un lado tuyo y te ignore todo el tiempo.

junio 08, 2009

El baúl de los recuerdos.


El sábado antepasado murió una amiga mia.
La dejé de ver dado que cambié de centro de trabajo.
Le guardo un cariño muy especial, porque la conocí cuando iniciaba con mis prácticas profesionales, a pesar de que ella era ya una señora casada y con hijos, nunca la ví como tal, puesto que tengo un hermano que la igualaba en edad.
En ese entonces yo tenía 18 añitos y a pesar de que el ambiente laboral en el que escogí desarrollarme suele ser muy pesado, con ella siempre me sentí cobijada y protegida.
Era una de las tantas secretarias que había en la oficina y creo yo, la más amable y noble que he conocido.
Era una tipaza.
Recuerdo que junto con otro compañero de trabajo, a sabiendas de que yo no obtenía retribución alguna por mis servicios como practicante, y con todo de que ellos no ganaban un dineral, solían comprarme o convidarme de sus tacos y tenerme una coca segura.
Como el esposo de mi amiga trabajaba todo el día, ella nos invitaba a platicar y beber alcoholes en su casa, o simplemente nos poníamos de acuerdo al salir del trabajo y nos íbamos a cervecear a un Das Bier House.
Cuando por fin me llegó la oportunidad de una plaza, ellos fueron los más emocionados y contentos, pero también los más tristes, ya que tenía que partir hacia otra área.
Me desearon lo mejor y aunque tardé un poco en subir de puesto, llegaron esos días tan esperados.
Por azares del destino o sinceramente, porque uno nunca se da la oportunidad, aunque sabía de ella y constantemente nos mándabamos saludar, nunca volvimos a reunirnos y siempre me dejaba de recado: -Dile a la pelos que haber cuando se me hace cortar una flor de su jardín. Ello en clara referencia a que yo la invitara, a sabiendas de antemano que ya gozaba de un mejor puesto.
Y no es que nunca haya querido, bien saben los que me conocen que yo lo que menos tengo es ser coda, pero nunca se dio la ocasión.
Cuando cayó enferma la visité al hospital, estaba algo grave, pero recibió tratamiento y se pudo mantener durante cinco años; el año pasado la visité en su casa y me decía estar muy deprimida, pues el doctor le había dicho que su fin llegaría cualquier día, que estuviera preparada.
El jueves de la semana antepasada nuestro amigo en común me avisó que se encontraba en terapia intensiva; no quise visitarla porque sé que solo dejan estar cuando mucho cinco minutos con ese tipo de pacientes, tiempo que es aprovechado por los familiares más cercanos.
El sábado cuando salía de la maestría mi amigo me mandó un mensaje avísandome que recién había fallecido.
Por la noche la ví en su ataúd, parecía dormida y no pude hacer otra cosa más que llorar y llorar.
Mientras que estuve en el velorio, todo el tiempo resonaban en mi cabeza aquéllas palabras: -Dile a la pelos que haber cuando se me hace cortar una flor de su jardín.
Paradójicamente, con la situación se me olvidó comprarle flores, nunca se me ocurrió, simplemente no se me vino a la mente.
Luego caí en cuenta que literalmente, la flor de mi jardín, sería aquélla que llevase a su tumba.
El martes de la siguiente semana, me aventé un clavado al baúl de los recuerdos y encontré la única foto que tengo de ella. Lloré otro poco y después caí en cuenta que siempre me he mantenido muy lejana de las personas que quiero, que quizá las personas que quiero no saben cuánto las quiero, porque nunca se los digo y poco se los demuestro.
Y que esa tontería de conducirme así, lo he llamado mecanismo de defensa, para no terminar dañada, como mucho me ha sucedido a lo largo de mi vida, pues las veces que he sentido que más me he entregado sin esperar recibir nada a cambio, son las mismas veces que he terminado con el corazón destrozado.
Es la primera vez que sentí la necesidad de traer una foto al trabajo y pincharla en mi pared, igual que otras de mi familia.
Jamás tuve una foto de nadie. Al tiempo que escribo esto las volteó a ver, y hago un recuento mental de todos aquéllos que han salido de mi vida, particularmente de una forma no muy grata.
Ese no es tu caso por supuesto, aunque físicamente ya no estás, siento que no te has ido: sigues en mi corazón.

junio 03, 2009

Un año sin fumar.


El pasado 15 de Mayo cumpli un año sin fumar. Al principio me auxilié con el tratamiento de Pfizer, ese que te garantiza que en tres meses lo dejas, pero solo pude tomarlo el primer mes, pues me provocaba unas náuseas tremendas que invariablemente me hacían devolver el estómago.
Mi mayor incentivo fue el perinovio, ya me tenía harta con sus quejas: que si la casa huele a cigarro, que si tú cabello huele a cigarro, que si te huele la ropa bien feo, que si el perimóvil huele a cantina, etc, etc.
También, dicha fecha coincidió con el inicio de aquélla tremenda depresión que ahora ya está casi en el ocaso (porqué a veces sufro de efecto-retro).
Lo cual me hace sentir mucho mejor, dado que con todo y que en esos tiempos estuve enormemente triste, nerviosa, dólida, estresada y malhumorada; circunstancias que obviamente son más pasaderas si eres adicto al cigarro, nunca claudiqué y me mantuve firme en la desición tomada.
Hoy precisamente me dieron ganas de escribir este post, porqué me llegó un chismecillo respecto de las tres personas que fueron el detonador de mi depresión, cosa que siempre supe, pero que nunca nadie me había confirmado: -Que esas tres personas son amiguísimas del alma.
No me extraña nada.
Por mi bocota, yo tuve mi merecido.
Y aunque en su tiempo me sentí una mierda, eso ahora ha cambiado.
Tuve una seria lección de vida y me hizo cambiar en muchos aspectos.
Me hizo reencontrarme con Dios, que creo es la más importante.
Y a afirmar, como me lo ha demostrado a lo largo de tantos años: El tiempo pone a cada quien en su lugar.