Para siempre.

El día tan esperado llegó, como en otras ocasiones los nervios estuvieron haciendo estragos en mi estomago, pero los ignoré; durante el transcurso del día tuve mucha hueva y mucha hambre; como en este tipo de eventos me desagrada mucho andar buscando lugar donde estacionarte y hacer filas en auto, el perinovio y yo decidimos trasladarnos en el metro, a sabiendas de que el Parque Fundidora es la sede del Forum de la (In) Cultura y por lo tanto, podía estarse desatando un caos terrible; fue agradable el traslado, recordando esos días en los cuales mi medio de transporte diario significaba un boleto multiviaje, pues me ahorraba unos cuantos pesos, muy escasos en mi cartera, en aquellos tiempos.
Sentados dentro del Auditorio Coca-Cola estuvimos a las 20:00 horas en punto, degustando una cerveza doble y unos cigarrillos para hacer más llevadera la espera.
Beber-fumar-viborear-viborear-fumar-beber, fue nuestro entretenimiento, la diversidad de idiosincrasias que se iban acomodando en los asientos del lugar, era fascinante, desde el fresa hasta el rocker, desde el veinteañero hasta el treintañero; luego el perinovio decidió ir a efectuar recarga etílica, tardó una hora.
A las 21:30 horas dio inicio. El perinovio todavía no llegaba de traer los alcoholes, pero eso no me impidió reencontrarme con muchas de mis memorias, con mi grupo favorito, once años habían pasado desde la última vez.
Al escuchar las primeras notas de “El Estanque” y ver en las pantallas las figuras de Bunbury y Cardiel rasgando las guitarras, supe que sería más de lo que esperaba. Siempre he tenido un gusto muy particular por esa rola, por lo que simplemente no podía creer que la estuvieran interpretando. De ahí en adelante, todo fue fantásticamente redondo. La escenografía se conformaba de pantallas, dos mantas en los costados que reflejaban diversas imágenes y simbología, así como una pasarela casi de lado a lado del Auditorio, misma que Bunbury recorría enérgicamente de un lado a otro, éste último se encontraba con el mejor de los humores y toda la disposición de entregarse, pues es bien conocido su carácter reacio y lacónico.
Tengo que aclarar que los últimos conciertos a los que asistí, el grupo se concretaba a tocar sus canciones más recientes y las más exitosas, haciendo a un lado u olvidándose de las de sus inicios.
Debo decir, esto fue un verdadero pasaje de su historia musical, vaya!, para mí fue casi un orgasmo escuchar “Mar Adentro”, “No Más Lágrimas”, “Flor Venenosa”. La ovación no se hizo esperar cuando Bunbury entonó “Héroe de Leyenda”, canciones de su primer álbum de estudio, las cuales fueron intercalando con las de sus diversos materiales discográficos, se escuchaba “Deshacer el Mundo”, “Nuestros Nombres”, “La Herida”, “La Carta”, “Sirena Varada”, “Bendecida”, “Flor de Loto”, “Opio”, “Apuesta por el Rockandroll”, “Iberia Sumergida”, “Malas Intenciones”, “En los Brazos de la Fiebre”, “Oración”, “Tumbas de Sal”, “Avalancha”, “la Chispa Adecuada”, “Con nombre de guerra”, en esta canción debo apuntar que delante de mi se encontraba una pareja de novios, esposos o amantes, que se abrazaron amorosamente al escuchar las notas de dicha rola, como cuando uno en complicidad con el ser amado, decide que “ésta es nuestra canción”, no pude evitar reírme ante tal gesto, ya que la melodía habla educadamente de cómo un tipo acuerda una compra-venta con una prostituta, en la que ella no debe olvidar que “solo es mercancía para él” y “que él solo significa unos billetes para ella”, definitivamente allá ellos y su significado del amor.
Las obligadas y muy esperadas, fueron “Entre Dos Tierras” y “Maldito Duende”, aquí el Auditorio se cimbró y precisamente la magia se patentizó, todos estábamos entregados a más no poder, la emoción de tantos que éramos fluía, los Héroes fueron nuestros y nosotros fuimos de ellos, durante casi dos horas y veinte minutos; intentaron dos veces irse, mismas que los obligamos a regresar.
No importó la ausencia de once años, no importa que digan que jamás vuelven. Los que estuvimos en el lugar, ahora lo sabemos.
Los Héroes del Silencio son para siempre. Al final, el episodio de fuegos artificiales me provocó un sentimiento de nostalgia y alegría, nostalgia del “quizá no volverán” y alegría por “que bueno es reencontrarnos”.
En mi experiencia personal, los siguientes días, me sentía como flotando, no importó el regaño por llegar tarde al trabajo, no importó la resaca de cigarro y alcohol, no importó mi dolor en la rodilla izquierda por estar de pie tanto tiempo, no importó el aún tener mi garganta lastimada de tanto cantar (o berrear?), no importó nada! Los Héroes son para siempre.